Fotografías: Esther Vázquez
Vídeo: Ester Lozano
Redacción: Miriam Méndez
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En ocasiones, los sueños se cumplen. Sí, soy consciente de que esta frase puede resultar algo utópica. Sin embargo, siempre he pensado que, si luchas cada día por aquello que realmente te apasiona, de alguna manera u otra, las grandes cosas llegan. Y, por fin, he sido testigo de ello.
¿La protagonista de esta historia de superación? Chica Sobresalto, el alter ego de Maialen Gurbindo (28 años), que terminó de conquistar el corazón de todos sus seguidores en la noche del 25 de mayo con la presentación de Oráculo (2023), su nuevo trabajo discográfico.
No obstante, antes de deleitaros con la insuperable puesta en escena de esta talentosa pitonisa, cabe remontarse al comienzo de esta historia, a aquella sensible chica, de guitarra en mano, cuyo sueño siempre había sido llegar a ser artista.
Es precisamente esto lo que la cantante narra en los nuevos sencillos. En su tercer álbum de estudio, la navarra compone una auténtica oda a los sueños, un poema en cuyas rimas nunca se tira la toalla, y un camino donde cada huella significa espíritu de superación, pasión desbordada y desbordante, giros inesperados en forma de concurso televisivo, dulzura, naturalidad, honestidad y, sobre todo, compromiso absoluto y devoción total por el arte de componer y producir canciones.
Así, Chica Sobresalto se confirma como una artista multidireccional, capaz de narrar las certezas más absolutas y las incertidumbres más dolorosas. Y lo hace inmersa en un mundo esotérico: compone 11 cartas de una baraja de Tarot, representando a los míticos elementos de la adivinación.
¿Su Oráculo más reciente? En la Sala Paqui, antigua Sala But, en Madrid. Ahora sí, que comience el juego de cartas.
Bienvenidos al santuario
Algo de nervios al principio. La sala, todavía en oscuridad, comienza a escuchar los primeros solos de guitarra y el primer sonido de teclado. Incluso, entre los ligeros aromas musicales, se perciben pinceladas de lo que podrían ser ritmos de batería.
De repente, el ambiente se ilumina con luces tenues y Chica Sobresalto (voz y guitarra), rodeada de símbolos y objetos relacionados con la adivinación, irrumpe en el escenario, irradiando fuerza y poderío, para regalar a su público una de las mejores noches de sus vidas. Y lo hace con un peculiar look de sacerdotisa, integrado por un ceñido mono negro y una amplia capa encapuchada.
Junto a Gorka Cia (guitarra), Ander Arlegui (bajo), Aritz Legarrea (batería) y Olaia Inziarte (piano y coros), la artista arranca la velada con una de sus canciones más personales, El Hogar (2023), expandiendo una intimidad única, entre coros y sonidos instrumentales, que atrapan al público poco a poco. De hecho, la línea vocal parece flotar en el estribillo como si fuera un instrumento armonizado más.
Después suena Estrella (2023), probablemente una de las piezas triunfadoras de esta tercera entrega. Según avanza la canción, la tímida voz de Chica Sobresalto comienza a crecer y, con ello, recrea en la mente de los espectadores su propia historia, la de aquella niña imparable de ocho años que “soñaba con ser Shakira”.
Y, lo que también es imposible de detener, es la voz de la navarra, que, con los instrumentos, se funde en una orgía musical colectiva, todo ello acompañado por un vaivén de palmas que le inyectan ciertos toques de energía.
Durante la actuación, Chica Sobresalto transporta al oyente en un viaje por su último disco, cogiendo cada vez más y más confianza, a medida que sus creaciones son acogidas y muy aplaudidas por un público exigente, aunque anonadado por el innegable talento musical de la vocalista.
Así, el nombre escénico de Maialen Gurbindo navega, junto a un fiel séquito de seguidores, entre las letras, las estrofas y los sentimientos que transmiten sus últimos lanzamientos. ¿La siguiente carta de la baraja? El Milagro (2023), que, en honor a Rafa Val, de Viva Suecia, interpreta con una progresión de acordes cuidada y, a la vez, muy accesible.
Los minutos van pasando, nunca solos, siempre acompañados de la mejor selección musical de la artista. Chica Sobresalto también aprovecha para parar, beber cerveza y hablar con su público, deseoso de acudir esa noche al encuentro. “Gracias. Os quiero mucho” es, sin duda, la palabra que más repitió durante la velada. Además, con esa voz tan dulce y risueña, la cantante encandiló a los asistentes desde el primer momento.
Diálogo con los Dioses
Envuelta en una atmósfera mística y enigmática, Chica Sobresalto sumerge a su público en un mundo de magia y adivinación. Mientras los acordes de guitarra resuenan en el aire, imágenes proyectadas en una gran pantalla muestran las cartas del tarot en toda su belleza y esplendor. De hecho, los allí presentes quedan hipnotizados por la conexión entre la música y las ilustraciones, siendo transportados a un reino oculto de significados profundos.
En un estado de comunión con la música y la energía del escenario, la artista interpreta Selección Natural (2021), Muerte en Twitter (2023) y Navegantes (2023). Así, Chica Sobresalto trasciende los límites de lo terrenal y abre un canal de comunicación con los Dioses, que, a través de su música, utilizan el Oráculo para transmitir mensajes a aquellos que buscan su guía. Sus palabras, que fluyen con autoridad, dejan al público atónito. Y poco a poco, las melodías se vuelven más intensas, casi divinas.
En la sala, testigo de la conexión entre lo divino y lo humano, se puede sentir la presencia de fuerzas superiores, que se manifiestan a través de temas como Oxitocina (2021), El juicio (2023) y El desorden (2023), trascendiendo así el plano terrenal y transportando a los asistentes a un reino espiritual.
Un ritual sagrado
En un momento inolvidable de la noche, El lío (2023) captura el corazón de un hombre en particular. Sus ojos se llenan de lágrimas y sus emociones se desbordan, sin poder contener el torrente de sentimientos que fluyen en su interior.
Conmovida por la intensidad de la conexión entre su música y aquel hombre, la artista desciende del escenario en un movimiento lento y grácil.
Así, Chica Sobresalto, con su don de transmitir emociones a través de la música, logra traspasar los límites del escenario. Y, en ese abrazo, queda patente la capacidad del arte para unir a las personas y sanar heridas invisibles.
Por su parte, el público, con lágrimas en los ojos y un cálido aplauso, se une a este instante de conexión humana.
Posteriormente, en un momento de colaboración mágica, la artista interpreta Monogamia (2023) junto a Celia Becks. Ambas voces se entrelazan en una armonía celestial, creando una fusión de sonidos que transportan al público a un estado de éxtasis musical. La unión de sus voces es un rito sagrado que resuena en los corazones de todos los presentes, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva del concierto.
En este instante, queda claro que no solo se trata de un espectáculo musical, sino de una experiencia divulgativa, que trasciende las barreras físicas y toca el alma de aquellos que son partícipes de ello.
Aquel 25 de mayo, Chica Sobresalto demostró que la música puede ser un puente que nos une a todos y que nos invita a explorar nuestras emociones más profundas y a encontrar consuelo en ellas.