Reportera: Miriam Méndez Gómez
Fotografía: Esther Vázquez
Chica Sobresalto, sobre su nuevo álbum de estudio: “Todo lo que escribo nace de la verdad. Intento ser siempre real y me gustaría que esto fuera mi sello de identidad como artista”
“Todavía me recuerdo queriendo ser una estrella del pop, la reina de mi habitación, una adolescente prodigio, la prota del Bar Coyote viviendo en una gran ciudad, con un talento sobrenatural. Siempre se lo decía a mis pocas compañías ‘Yo voy a ser artista".
Oráculo (2023), tercer álbum de Chica Sobresalto, el alter ego de Maialen Gurbindo (28 años), emerge como un estallido cegador, como un espejo en cuyo reflejo se puede apreciar el rostro de una niña de ocho años. De aquella Mailen soñadora que, día tras día, deseaba convertirse en artista.
Es una oda a los sueños, un poema en cuyas rimas nunca se tira la toalla, y un camino donde cada huella significa espíritu de superación, pasión desbordada y desbordante, giros inesperados en forma de concurso televisivo, dulzura, naturalidad, honestidad y, sobre todo, compromiso absoluto y devoción total por el arte de componer y producir canciones.
Bajo la producción de los infalibles Santos&Fluren, la navarra ha dado a luz un disco en el que cada palabra irradia poder, cada nota suena, por primera vez, con una seguridad incuestionable, cada melodía late desde lo imprevisible y cada letra emociona desde el incendio.
Así, Maialen logra vencer todo pensamiento negativo y consigue el equilibrio de ser, profundamente, ella misma. Al mismo tiempo, estrella y torre, luz y oscuridad, dulzura y rebeldía, Maialen y Chica Sobresalto.
Con Oráculo asistimos hipnotizados al aterrizaje de una superheroína eléctrica, cuya peculiaridad radica en una dualidad universal. Sus canciones son refugios, repletos de autenticidad, naturalidad y belleza. Charlamos con ella.
Me gustaría comenzar esta entrevista haciendo un viaje al pasado. En numerosas ocasiones has contado que empezaste a componer con 14 o 15 años, aproximadamente. No obstante, en tu biografía confiesas que fue “para no morir en ese momento en el que la vida te da un golpe en la cara”. ¿Qué ocurrió?
La adolescencia. Este momento en el que de repente descubres un montón de cosas… Que tus padres no saben todo, que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades, que no puedes estudiar la carrera que te gusta, ya sea por nota o por dinero, o desamores, por ejemplo, que el chico que tanto te gusta, no te corresponda. En aquella época empecé a darme cuenta de cómo era la vida y me abrumé. Sufrí mucha ansiedad y las canciones me salvaron bastante de esa ansiedad. La música fue mi vía de escape.
Durante estos años y hasta 2020 compusiste y publicaste tu álbum debut Sobresalto (2017). ¿Qué supuso para ti autoeditar este disco?
Aunque lanzamos este álbum en 2017, Sobresalto se compone de todas las canciones que había ido escribiendo desde los 15 años. Fue un auténtico jardín, porque yo no sabía absolutamente nada y no tenía a nadie que me ayudara. Yo decía ‘¿Que tendré que hacer para que mi disco esté en Spotify?’. No tenía ni puñetera idea (risas). De hecho, empecé a ver tutoriales que estaban en inglés porque no había tanta información como ahora. Esto suena a abuela cebolleta, pero es verdad (risas). Actualmente, hay muchas personas en redes sociales que se dedican a explicar muy bien cómo funciona este ámbito profesional.
Pero, por aquel entonces, no había apenas información. Por este motivo, comencé a mirar conferencias en YouTube en inglés que, encima, no me enteraba de nada porque no sé inglés (risas). Por lo tanto, el proceso de composición y producción de Sobresalto fue bastante complicado. Yo pensaba ‘Bueno, lo saco y pasará algo’, pero, obviamente, cuando lo publiqué, no pasó nada. La verdad es que para mí supuso mucho dolor de corazón.
Realmente, cuando lanzaste Sobresalto (2017), ¿qué respuesta esperabas por parte del público?
Verdaderamente esperaba que, de repente, la gente lo escuchara, les gustase y, en consecuencia, yo tuviese la oportunidad de ir a tocar a sitios donde hubiese un público ilusionado por verme y escuchar mi música.
Al ver que no fue así, yo pensaba ‘Si he hecho un disco bonito, ¿porque no viene nadie a verme?’. Claro, porque nadie sabía de mi existencia. Escribía a muchísima gente y nadie me respondía, ni siquiera para decirme que no (risas). Fue bastante duro y también un golpe de realidad, porque en aquel momento me di cuenta de que, si quería hacer llegar mi música a la gente, este no era el proceso que debía seguir.
Sin embargo, llega 2020 y entras en Operación Triunfo. Describes este momento como “la mejor oportunidad que nunca te han dado”. A nivel profesional y personal, ¿cómo impactó en tu vida esta experiencia? ¿Qué lecciones obtuviste de la academia?
Fue un suceso importante. Yo hasta me di un susto porque claro, tú no piensas que te vayan a coger. Menos Samantha, que siempre decía que ella iba a entrar en la academia. Lo tenía clarísimo (risas). Pero yo no pensaba que me fueran a coger.
No obstante, vi que iban a dar visibilidad a los castings y que valoraban el hecho de componer. Entonces pensé ‘Ya solo aparecer en los castings tiene que ser increíble’ y me presenté. Es completamente cierto que sólo haciendo los castings ya ganas visibilidad y, de hecho, también haces bastantes contactos. Es, sin duda, un regalo divino.
Y, el mayor regalo, fue que conseguí pasar todos los castings y, finalmente, entré en la academia. He de decir que, al principio, fue raro porque yo soy súper fan del formato, lo he visto siempre, en todas las ediciones, y, de repente, es un poco extraño estar dentro de la academia. Realmente, a ti no te parece que estés en ese sitio que has estado viendo tanto tiempo. Aunque fuimos la tercera edición de esta última tanda y sabíamos perfectamente cómo funcionaba el formato, no sabes cómo es estar allí encerrada durante meses sin mantener contacto alguno con el exterior. Es una experiencia que, si no la vives, lo puedes intuir, pero no lo puedes llegar a entender de verdad.
Por un lado, yo me lo pasé súper bien, porque no tener feedback externo me pareció lo mejor que me ha pasado en mi vida, con respeto y perdón a mi familia y a mis amigos. Pero, de repente, hacer lo que verdaderamente quería, me llenó mucho. En cuanto a aprendizaje, me llevo muchas lecciones de vida. El hecho de que te pongan en situaciones incómodas hace que aprendas muchísimo.
Yo creo que lo hacen para eso, para que tú misma veas que te puedes desenvolver ante determinadas situaciones y alcanzar metas y objetivos que realmente no sabías que podías conseguir. Me pareció una experiencia increíble y salí mucho más empoderada en el escenario. De hecho, gracias a mi paso por Operación Triunfo, me atreví a quitarme la guitarra y pude estar encima del escenario sin ella.
Eso sí, cuando te expulsan de la academia, sales en un nivel del videojuego que no te corresponde y, por lo tanto, no te sabes pasar las pantallas. Es fundamental detenerse, mirar hacia atrás y ver qué cosas te has perdido. Pero es impresionante. Es una experiencia que recomiendo en todos los aspectos.
Además, se podía decir que vuestra edición fue la más inusual que ha vivido el formato desde su nacimiento hasta la actualidad, ya que estuvo marcada por la pandemia de la COVID-19 y, en consecuencia, el programa se suspendió temporalmente.
Cuando nos enteramos de lo que estaba pasando fuera de la academia, se nos cayó el mundo encima. Dentro del programa, llegas a un límite en que el mundo te da un poco igual. Nosotros lo que no queríamos era salir de allí. Claro, luego lo ves con perspectiva y piensas ‘Lo menos importante, en ese momento, era mi vida televisiva’. Sin embargo, cuando estás dentro de la academia, tú no la ves como una vida televisiva, sino que, de repente, lo empiezas a ver como tu vida real.
Obviamente, se estaba paralizado el mundo. Pero, por aquel entonces, nosotros solo pensábamos en que nos lo estábamos pasando muy bien y que no nos queríamos ir de allí.
Cuando sales de la academia, te das cuenta de que Sobresalto (2017), que, hasta antes de Operación Triunfo, no había tenido la acogida esperada, de repente es un éxito
Ese momento fue muy heavy. Antes de entrar en la academia, Sobresalto tenía muy poquitas visualizaciones y, cuando salí, ese mismo disco contaba con unas cifras que no me lo podía creer. Además, al poco tiempo, lanzamos Fusión del núcleo, el primer sencillo de Sinapsis (2021), mi segundo álbum de estudio y, de repente, en una semana, tenía un millón de reproducciones. No podía ni ponerme contenta porque no sabía cómo gestionarlo. Fue increíble.
Fotografías exclusivas de FanFestiventos (Esther Vázquez)
El 25 de mayo de 2021 publicas Sinapsis y, tras el éxito obtenido, comienzas tu primera gira de conciertos en directo, titulada “Bailando raro”.
Eso es. Y fue increíble porque yo tenía ya mi banda, pero sólo tocábamos en Pamplona y alrededores. De hecho, únicamente vinimos a Madrid una vez, porque no lo podíamos pagar. Sí que es cierto que, a veces, iba por ahí con mi guitarra y, aunque era bastante duro, era muy guay también.
Entonces, el hecho de poder llevármelos de gira después de publicar Sinapsis fue, literalmente, lo mejor que me ha pasado en la vida. Nos montamos en la furgoneta super felices. El hecho de girar con tu banda y poder pillarte un hostal para dormir en lugar de tener que hacer noche en la carretera, es un regalo de la vida.
¿Dirías que cumpliste tu sueño? Verdaderamente, ¿los sueños se cumplen?
Yo tenía dos sueños. El primero, vivir de la música sin necesidad de trabajar de cualquier otra cosa. El segundo, poder salir con mi banda de gira.
Hasta este momento, había trabajado en muchísimas cosas para poder pagar todo lo que implica la música como ocupación profesional. En el caso de mi primer disco, Sobresalto, estudiaba sicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). De esta manera, me daba tiempo a trabajar y a componer y producir el disco.
Claro, tenía que buscar trabajos que me permitieran la flexibilidad que yo necesitaba para poder seguir yendo a ciudades a tocar y enseñar mi música. Encima, cuando me iba, volvía con menos dinero y los trabajos eran de monitora de comedor, de limpieza, de cuidar perros…. Es decir, ocupaciones que me permitieran cierta movilidad. Suerte que mi jefa hacía un poco la vista gorda muchas veces y yo me iba antes del curro o mis compañeros me cubrían… Hasta me llegaba a ir corriendo para que no me viera la jefa por los pasillos del colegio (risas). De hecho, he llegado al punto de salir del curro y venir directa a Madrid y de Madrid, ir directa al curro, sin dormir absolutamente nada (risas).
Yo si pienso firmemente que los sueños se cumplen. Mi mánager dice siempre que la suerte te tiene que pillar trabajando y creo que es verdad. Tiene que ser una fusión entre trabajar muy duro y que, cuando llegue ese golpe de suerte, seas capaz de coger la ola y sacar el máximo partido de ello.
Ahora, tres años más tarde, estás a punto de lanzar tu tercer álbum de estudio. Se llama Oráculo (2023) y verá la luz el 12 de mayo. ¿Consideras que esta es tu gran carta de presentación como Chica Sobresalto?
Realmente pienso que sí porque es la primera vez que lo hago con más conciencia y ya dedicándome a la música de manera seria y exclusiva. Entonces creo que sí. Y creo que me define mucho más que Sobresalto (2017), que, cuando lo publiqué, aún no tenía mucho conocimiento sobre este ámbito profesional, y que Sinapsis (2021), que me superó porque fue demasiado para mí. Sin embargo, en esta ocasión siento que he controlado el proceso, todo ello dentro de estar como una cabra, con mis bajones y mis cosas (risas).
He podido elegir más aspectos dentro de la producción y de aquello que quería transmitir. He tratado de construir una armonía que me hiciera sentir esto. Yo antes cogía la guitarra y, lo que salga, salió.
En la producción me encontré con Santos&Fluren que me daban muchísimo respeto y, prácticamente, hicieron ellos toda la producción. Nosotros no sabíamos por dónde coger una producción a ese nivel. Sin embargo, ahora hemos podido preproducir cosas y meter más mano. Hemos ido más tranquilos con ellos porque ya son familia y todo ha ido mucho más reposado.
Cuéntame cómo ha sido el proceso compositivo y creativo de este nuevo trabajo discográfico
En el momento composición siempre trabajo sola, quitando poquitas cosas que he hecho con Diego Garrido, de Veintiuno y con Celia Becks. Pero, generalmente, a la hora de componer, estoy yo sola con mi movida y, además, soy un show componiendo porque me río, lloro… (risas). Todo parte desde un punto muy visceral. Voy grabando notas en el móvil y luego ya voy seleccionando lo que me gusta y, a partir de ahí, empiezo a construir, poco a poco.
Posteriormente, Gorka Cia, el guitarrista de la banda, ha estado haciendo preproducciones en casa. Ha sido un proceso súper divertido, me ha gustado muchísimo, el que más, con mucha diferencia.
Luego ya es ir a Barcelona con Santos&Fluren, nos ponemos todos a tocar y Gorka les va pasando los arreglos que tiene en el ordenador. Con todo eso, hemos hecho un puzzle maravilloso.
Enhorabuena, entonces, por haberlo conseguido. Considero que no es nada fácil convertir tu afición en tu profesión y mantener esa llama de la pasión encendida. Siempre te he visto como una persona muy autoexigente y perfeccionista e imagino que será complicado sentir que, lo que has hecho, está bien y es suficiente.
Efectivamente, para mí nunca es suficiente. Siempre pienso que lo puedo hacer mejor. No obstante, me digo a mi misma ‘Claro que lo puedes hacer mejor, y en el futuro será así, pero ahora has hecho lo que has podido y está bien’. Por eso, a veces, me paro mucho a pensar si, mis composiciones, las hago para mí o las hago para contentar al resto.
Pienso ‘¿En qué se está convirtiendo esto?’. De repente no tengo fin en el trabajo. Para mí siempre ha sido un hobby y ahora me tiro miles de horas currando, y, encima, me sigue pareciendo poco. Pero no descanso porque como me gusta pienso que no tengo que descansar…. A veces me vuelvo loca.
Por este motivo, me he buscado otros pasatiempos creativos. Entre ellos, las plantas, que he descubierto que me encantan, y cocinar. La verdad es que voy por temporadas (risas). Por ejemplo, hace poco me pillé acuarelas y me puse a pintar, aunque se me da fatal (risas). Luego me da una neura y me pongo a hacer velas veganas (risas). Mi psicóloga me aconsejó hacer cosas diariamente que no sirvieran para nada. ‘No es necesario ser práctica todo el día, haz algo para ti’, me dijo, y lo estoy tratando de cumplir, porque antes, cuando no tenía nada que hacer, me ponía a limpiar cristales (risas).
He de decir que me gustan mucho las series. Justo me acabo de terminar The Voice y The Umbrella Academy, porque las tenía un poco abandonadas y soy muy fan de los superhéroes. También, La señora Maisel, que es de mis series favoritas del mundo entero, y, de vez en cuando, me vuelvo a ver Jessica Jones, que me encanta (risas).
Volviendo al tema sobre
Oráculo (2023), hasta la fecha has lanzado tres sencillos a modo de adelanto de tu nuevo proyecto discográfico. Entre ellos destaca ‘Poquita cosa’, con Veintiuno. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos?
Son geniales, son muy guays. Yo a ellos los conocí porque compartimos productores. Yo tenía una canción que se llamaba Dopamina y Santos me dijo ‘¿Sabes que hay una banda que tiene una canción que también se llama Dopamina y que están produciendo con nosotros?’. Y yo pensé ‘Por favor, que sea una mierda’, porque claro, se iba a llamar igual (risas). Y yo seguía pensando ‘Que sea una mierda, que sea una mierda’. Vale, pues me la puso y me pareció que era increíble. ‘¿Y yo ahora qué hago?’, pensé.
¡Pues hacerme su amiga! (risas). Entonces le escribí por Instagram y nos seguimos. Nos caímos muy bien e intercambios nuestro número de teléfono. Recuerdo escuchar Gourmet (2018) en la bañera, en un rato de chill, y pensar ‘Wow, qué cabeza tío. Y qué armonías y qué arreglos’. Yo flipaba con ellos, soy muy fan. De hecho, con el objetivo de tirarles la caña, les hice alguna versión y me propusieron colaborar en Nudes (2021) con ellos.
De hecho, entró Diego por la puerta y yo le dije ‘Sí, yo sé que me vas a proporcionar algo y no quiero saber ni qué es. Directamente acepto la propuesta’. Además, como me estaba dando clases de piano, yo quería también una canción para mi disco. Entonces compusimos Poquita cosa (2023). Fue muy divertido. Yo nunca había compuesto con nadie encima, nunca, la primera vez fue con Diego.
Además, como tenemos formas muy diferentes de afrontar la composición, ha sido muy curioso. Si en algo se parece es en que, en los dos casos, siempre parte de algo visceral, es decir, de algo que sientes a muerte. Y, si algo somos nosotros también, es muy obsesivos con las cosas. Sin embargo, él es más lógico y construye armonías y melodías mucho más luminosas que yo. Lo hace todo con mucha más conciencia.
Yo, por el contrario, siempre he huido un poco de eso. Creo que el hecho de ser mujer y de que siempre te estén diciendo que eres dulce, hace que cada vez quieras ser más oscura, un poco de rebeldía en ese aspecto. Entonces con él me apetecía mucho hacer un estribillo de los que hace Veintiuno, de los que se te pegan como una cosa loca al cuerpo.
Yo meto una armonía que me flipa, no sé, porque me flipa y punto. Y se ha quedado conmigo. Sin embargo, Diego sabe todo lo que está haciendo todo el rato porque es muy inteligente y sabe muchísimo, controla todo a la perfección.
¿Consideras que este estereotipo de la Maialen dulce te condiciona a la hora de componer y producir nueva música? ¿Te da miedo salir de esta imagen que el público tiene de ti?
Lo cierto es que he intentado hacer música como más oscura para quitarme el sambenito de chica dulce, porque creía que, si no lo hacía, nadie me iba a respetar. Y, verdaderamente, creo que he cometido un error garrafal porque en mí conviven las dos partes: una súper luminosa y más dulce y otra más oscura o, incluso, más macarra, porque yo empecé haciendo rock en Pamplona.
Creo que puedo hacer las dos cosas y no pasa nada. Yo no me tengo que hacer respetar por nadie. De entrada, si una persona no respeta a otra persona, es su problema, y más por ser mujer o dulce. Yo no tengo que hacerme respetar, eso no existe. A la gente se la respeta de serie. Por este motivo, creo que ha sido un error cambiar este rasgo de mi personalidad que tanto me caracteriza y, por ello, en este disco me he sentido completamente libre.
Muchas veces pensaba ‘Me apetece hacer pop y lo voy a hacer porque me da la gana y punto’. Puedo tener una torre y puedo tener una estrella y convivir con esas dos cosas perfectamente.
¿Se podría decir que esta torre y esta estrella que conviven dentro de ti son Maialen y Chica Sobresalto? ¿Qué rol juega cada personaje en tu vida? ¿Cuáles son sus personalidades?
Maialen es aquella chica vergonzosa, que no sabe decir que no y que se caga encima de miedo. Por su parte, Chica Sobresalto es la mujer que se sube al escenario, con poder y fuerza, muy segura de sí misma.
Todo lo que tiene que ver con la música, lo relaciono mucho con Chica Sobresalto.
Aunque, evidentemente, cuando compongo, soy Maialen, porque creo que no puede ser más verdad lo que hago. Todo lo que escribo nace de la verdad, porque, para bien o para mal, no sé hacer otra cosa. Intento ser siempre real y me gustaría que esto fuera el sello de identidad de Chica Sobresalto.
La estrella es otro de los grandes hits de Oráculo. En ella, lanzas un mensaje a tu “yo” del pasado, a la Maialen niña.
Empecé por esta sensación que te decía antes, de repente sentir que estaba componiendo hacia fuera, es decir, pensando en qué le iba a gustar a la gente y no en qué quería hacer yo. Entonces, con este miedo, conecté mucho con Maialen niña, porque pensé ‘Jo, si tengo que viajar a un momento de mi vida para recuperar mi esencia o para ver qué quiero, tendría que ir a la niña, porque la niña que tenemos dentro no piensa en lo que quieren los demás’. La niña es genuina. Pensando en la niña, de repente apareció esta canción, que es una oda a lo que yo quería ser y no fui.
Concretamente, me hubiese gustado ser una adolescente prodigio, como Maria Isabel o como Miley Cyrus (risas). Cuando llegué a los 25 años y vi que no se había cumplido mi sueño, pensé ‘Ahora solo me queda ser la chica del Bar Coyote e ir a Madrid a buscarme la vida’ (risas). Pero cada uno tiene su camino y, hoy en día, adoro el mío.
En Sinapsis (2021) te abriste en canal y exploraste tu mundo interior. ¿Oráculo también habla de ti?
Sí, sí, sí, completamente. De hecho, ha habido cosas que, cuando las estaba escribiendo, pensaba ‘Ay, ¿qué pensará mi madre y mi familia de mí?’ Luego me da vergüenza (risas). También pienso ‘Igual, por esta frase, me va a caer una en Twitter…’.
Pero lo hago igual porque considero que hay que tirar, sin miedo, porque si no, no haríamos nada.
Retomamos el tema de conciertos en directo… 13 de mayo Pamplona, 19 de mayo Barcelona, 21 de mayo Valencia, 25 de mayo Madrid… “Poquita Cosa Tour” dará una vuelta a la península. ¿Qué tienes preparado para estas citas?
Es verdad que hemos ensayado muchísimo porque somos bastante cabezones y perfeccionistas con esto, pero nos hemos propuesto pasárnoslo bien. Con Sinapsis sufrimos bastante cuando nos vimos en este nivel del videojuego que no sabíamos pasarnos. Aunque es cierto que había que meterse mucha caña, nos pasamos de la raya.
Fue muy estresante. Hay cosas que no llegamos a disfrutar hasta ya el final de la gira o, cuando hicimos esta segunda parte de la gira, que ya era “Bailando Raro”, no disfrutamos de algunas cosas. Pienso que esto se debe a que pasamos de tocar para absolutamente nadie a, de repente, subirnos al escenario de la Sala Barts, que nos dio a todos un vuelco el corazón cuando llegamos y vimos aquello lleno de gente. Había 600 personas con mascarilla y nosotros tocando con claqueta y con cosas disparadas. Tampoco teníamos mucho dinero, no podíamos llevar un equipo gigante, pero queríamos que fuera una gira profesional.
Por este motivo, nos metimos muchísima presión y nos estresamos mucho. Asique, en esta gira, nos hemos propuesto pasárnoslo mejor, porque, además, creo que, así, la gente va a disfrutar más. También, las canciones de Oráculo creo que son bastante más divertidas. Me propuse que el disco fuera más luminoso que el anterior y creo que lo he conseguido. Además, lo fundamental es que se sigue viendo que somos amiguis en el escenario. Seguimos siendo la misma cuadrilla de Iruña que siempre.
¿Qué cosas te gustaría disfrutar en esta gira que no pudiste hacer en ocasiones anteriores?
Principalmente, no pensar tanto en el concierto, es decir, disfrutar y vivir más el momento. También me gustaría poder hablar con la gente. Aunque siempre me quedo en las salas hasta que se va todo el mundo, en la gira anterior yo estaba un poco abrumada porque aún estaba asimilando todo lo que me estaba pasando. En cambio, esta vez siento que tengo los pies más en la tierra.
Al fin y al cabo, para bien o para mal, acudirá menos gente, porque la burbuja de Operación Triunfo se desinfla y, a partir de ahí, tienes que ponerte a construir. El hecho de que vengan menos asistentes a los conciertos permitirá que pueda hacer más caso al público. En esta ocasión, quiero hacerlo todo con más mimo que antes, que iba como una loca porque no llegaba.
Claro, lo comprendo perfectamente. El hecho de salir de Operación Triunfo y ver que es posible enfocar la música desde un punto de vista profesional, debe de generar un alto nivel de exigencia por cumplir todas las expectativas que te rodean. Debió de ser frustrante, en parte.
Exacto. Para que te hagas una idea, cuando salí de la academia quería responder todos los mensajes privados que tenía en Instagram. Eran muchísimos, fue absolutamente imposible.
Hoy en día, la situación es diferente. Normalmente, dedico un tiempo diario a responder a todos los mensajes que me escriben en redes sociales.
Pero, hasta entrar en el programa televisivo, a mí nunca me había escrito nadie desconocido por Instagram para felicitarme por mis canciones. Entonces yo pensaba ‘Tengo que responder a todo el mundo, porque si no se van a ir y no me van a querer ir a ver ni escuchar’. Ahora estoy aprendiendo que no pasa nada porque un día no respondas a un mensaje.
Al componer y producir, estás muy encima de tu proyecto, ¿cómo es trabajar contigo misma?
Yo no me soporto a mí misma (risas). Hay veces que no puedo más. A veces pienso ‘O se calla el monólogo interno o a mí me va a dar una crisis’. El truco que utilizo es el siguiente:
Tengo algunas personas de referencia, concretamente, algunas son muy exigentes conmigo y otras muy amables. Entonces les pregunto si me estoy pasando de rosca, si estoy trabajando lo suficiente, o si, por el contrario, debo trabajar más.
Aunque mi monólogo interno me diga todo el rato que nunca es suficiente, intento hacer siempre caso a estas personas que tengo como referentes. Mi consejo es que todos debemos tener perfiles de referencia, valorar su opinión y fiarnos de esas personas a muerte, porque, muchas veces, no somos objetivos con nosotros mismos.
Conduciendo la entrevista por esta vía más personal, no hace mucho, leí que todos los días se te pasa por la cabeza el hecho de tirar la toalla. ¿Esto sigue siendo así?
Mientras componía Oráculo pasé una racha muy mala, porque sentía que no iba a ser suficiente, que estaba ahí por casualidad, que a mí me cogieron en un programa y por eso estoy aquí y que hay gente que se lo merece más. Entré en un bucle muy negativo.
De hecho, la introducción del disco habla de esto mismo. En ella, confieso a los oyentes que, durante toda la etapa de composición y producción, he querido tirar la toalla. Sin embargo, finalmente he luchado por seguir adelante y aquí estoy.
A pesar de que, actualmente, he superado esta etapa, es cierto que hay muchos días que lo sigo pensando. Hay días que llego a casa y pienso si esto verdaderamente me renta, digo ‘No voy a poder con todo’ o tengo la autoestima muy en la mierda y pienso ‘Yo no puedo ir ahora, subirme a un escenario y ponerme a llorar o esconderme’. Soy una privilegiada, pero, en ocasiones, es muy duro.
El hecho de tener la autoestima baja lo achaco a situaciones que he vivido a lo largo de mi infancia, de pensar que no valía para nada. Por ejemplo, las cosas que te hacían en el colegio, de coger el trabajo de la mejor de clase y enseñarlo y que tú nunca fueras esa persona. También me ha afectado mucho el hecho de que siempre me he apuntado a muchos concursos y, hasta Operación Triunfo, nadie antes me había cogido. También, mandaba 27.000 mails y todo el mundo me decía que no a todo. Entonces me fui haciendo pequeñita y pensaba ‘Bueno, pues tendrán razón, yo qué sé, me quedaré en mi puñetera casa y ya está’.
Pero esto no es así. De hecho, fuiste semifinalista en Operación Triunfo 2020
¡Sí! Quedé sexta, es muy fuerte, todavía sigo alucinando. Pero mi cabeza sigue igual: cada vez que me pasa algo bueno, siempre siento que tengo que pagar un peaje. Es decir, si voy a un concierto y, durante el evento no me pasa algo, pienso que no he pagado el peaje para que el concierto vaya bien. Si no he pinchado una rueda o nos hemos olvidado algo en algún sitio, o me he puesto enferma, va a pasar algo malo.
Poco a poco tengo que ir liberándome de estos fantasmas y pensamientos negativos. Mi psicóloga me está ayudando mucho, he mejorado (risas).
Una persona como Chica Sobresalto, que hace tanta introspección, ¿cómo sobrevive a una industria musical que cada vez apunta a ser más superficial?
Yo estoy en una discográfica independiente y siento que no tengo mucho contacto con ningún aspecto de la industria musical. Me siento muy aparte. Además, trabajo con personas que conozco desde hace muchos años, como mi banda o Ana Medina.
Al mismo tiempo, me parece curioso que todo se haya individualizado tanto. Ahora los artistas solitas están de moda y, sin embargo, los procesos compositivos cada vez son de más gente. Esto me choca un poco porque, al final, el proceso es un momento súper colaborativo, pero luego la industria está muy centralizada a una persona solista, entonces me parece todo un poco raro.
Sí que es verdad que me da bastante igual lo que haga a la gente. A mí me gusta hacer canciones desde el punto en el que las hago, pero me parece estupendo que otros artistas hagan otras cosas diferentes. Lo cierto es que, muchas veces, ya no quiero ni saber cómo se hace la música que me gusta (risas).
Y, a la hora de componer y producir, ¿cuáles son tus referentes?
La primera persona que me cambió mucho la forma de entender la música fue Georgina, porque vi un video suyo en la Sala Búho Real y me encantó.
Para mí es un sitio muy especial porque, sin haber estado nunca, yo seguía el canal de YouTube de esta sala y allí descubrí a mogollón de cantautores y de cantautoras que yo escuchaba. Veía vídeos del Kanka antes de que él cantara e, incluso, con 15 años le tenía de despertador (risas).
Carmen Boza, Patricia Lázaro…De repente apareció Zahara en mi vida para mí también fue un punto de inflexión muy heavy. Con mi banda escuchábamos mucho a los Red Hot Chili Peppers y a los Arctic Monkeys también.
Ahora estoy muy muy muy flipada todo el rato con Fiona Apple. Pienso que hace unas cosas increíbles y que tiene mucho este punto de la luz y la oscuridad, muy bien llevado.
Otras de mis grandes referentes es Regina Spektor, a la que me intento parecer muchísimas veces.
¿Consideras que tu música bebe de estas influencias?
Sí y no. Inconscientemente seguramente sí, porque, al final, el cerebro no es capaz de inventar nada. Todo lo que hacemos es de cositas que hemos ido bebiendo. Lo que ocurre es que tenemos tantos, tantos estímulos, que es una mezcla de tantas cosas que a veces suena más a una cosa y, otras veces, no suena a nada.
Pero conscientemente no, porque no me sale. Por esto mismo. El milagro (2023), que es una canción que está en el disco, yo quería componerla en modo Lidio para que sonara a Regina Spektor, a música celestial. Y no ha pasado. Suena a Chica Sobresalto.
¡No te pierdas ningún concierto de su gira!