La semana pasada, tuve una experiencia que no esperaba, una que me ha dejado con una nueva apreciación y admiración por un artista del que no había oído hablar hasta ese momento: Teo Planell. Todo empezó el martes 17 de septiembre, cuando un minibus lleno de prensa nos llevó a las afueras de Madrid, a un lugar que parece sacado de un cuento: Casa Tortuga. Situada en la sierra madrileña, la casa es el hogar de La Royale, un colectivo musical formado por Roy Borland, Yero G, Azuleja y el propio Teo Planell.
Al cruzar la puerta de Casa Tortuga, quedó claro que estábamos entrando en un refugio creativo. Un lugar donde la música fluye sin restricciones, sin calendarios estrictos, y donde cada rincón parece propicio para la inspiración. Allí conocí a Teo Planell, un artista que, hasta ese momento, era para mí un completo desconocido. Pero, después de escuchar las canciones de su último EP, *Aún no existía Beatrice*, y algunas de las nuevas composiciones que están por venir, me encontré atrapada en su universo sonoro.
Lo que más me impresionó fue la manera en que describieron su proceso creativo. No hay una fórmula predefinida. En esta casa, el arte y la vida cotidiana se entrelazan de una manera tan natural que parece que no hay distinción entre ambos. “No necesitamos ir a un estudio externo, nuestro hogar es nuestro espacio creativo”, nos contaban. Y eso se sentía. La conexión entre el entorno y su música era palpable, y esa misma atmósfera relajada parecía darles la libertad para explorar nuevas ideas sin las presiones de lo comercial.
Teo habló de cómo sus canciones nacen de momentos de introspección, de emociones que surgen cuando menos lo espera. Y lo mejor es que, aunque cada uno de los miembros del colectivo trabaja en sus propios proyectos, siempre están dispuestos a colaborar y apoyarse mutuamente. En su universo, el individualismo y la comunidad se combinan en perfecta armonía.
Días después, el jueves 19, tuve la oportunidad de ver cómo esas mismas canciones tomaban vida ante el público en un pequeño concierto en la Cocktelería ChinChín, en Madrid. El lugar, con paredes estampadas de gatos, se llenó de una manera casi abrumadora; la lluvia que caía afuera no impidió que los fans de Teo llegaran a tiempo para el espectáculo. A pesar de que Teo se levantó ese día con la garganta fastidiada, su entrega fue total. Las canciones que días antes habíamos escuchado en la intimidad de Casa Tortuga resonaban de una manera completamente nueva. Hubo momentos en los que el público no pudo contener las lágrimas, y no pude evitar sentir lo mismo.
Ahora, una semana después, no saco de mi cabeza todas sus letras, que por lo menos algunas de las canciones ya las podemos escuchar en todas las plataformas con su nuevo EP: "Aún No Existía Beatrice". Aunque aun toca esperar a escuchar más de Teo Planell en su futuro álbum, que os aseguro, nos va a dejar a muchos con la boca abierta. Su autenticidad, su manera de dejar que la música fluya sin presiones, y la profunda conexión que tiene con su entorno y sus colaboradores, hacen que sea un artista al que quiero seguir muy de cerca. Lo que empezó como una invitación casual, terminó siendo una experiencia que no olvidaré, y que ha cambiado mi perspectiva sobre la música y la creación artística. Estoy ansiosa por ver qué sigue para Teo Planell y La Royale.